Se aceptan desafíos… y compromisos!

El pasado septiembre de éste 2012, en concreto el día 11, se publicó en la prensa nacional y económica un breve reportaje sobre un ingeniero israelí, Izhar Gafni, que había aceptado el desafío de construir una bicicleta ecológica, económica y resistente… ¡en cartón!

Es casi una apuesta segura decir que, si uno le plantea esa posibilidad a un grupo amplio de ingenieros, la gran mayoría se negaría a asumir el desafío. Algunos admitirían su miedo a fracasar en el intento. Otros ocultarían ese miedo y, por esa o parecidas razones, dirían que, sencillamente, no era posible.

Ya podemos encontrar en la hemeroteca de internet al Sr. Gafni feliz con su bicicleta de cartón, anunciando al mundo que, además de funcionar perfectamente, puede alcanzar un coste de producción de alrededor de 8 euros y fabricarse con materiales obtenibles en el tercer mundo.

Es curioso como, una y otra vez, generación tras generación, las personas se niegan la posibilidad de conseguir metas y, aun más, niegan categóricamente que otros puedan lograrlas, incluso por parte de profesionales que, sobre el papel, debieran estar cualificados para analizar abiertamente el desafío y, al menos, dejar una puerta abierta a que resulte factible.

Además de miles y miles de ejemplos de cuya existencia son conocedoras solo las personas directamente implicadas, existen cientos de casos relevantes que han pasado a los libros de historia, alguno de los cuales hemos podido comentar en este mismo blog. Desde el ingeniero Benson, que desafió a Rockefeller y que, evitando su monopolio en el transporte por ferrocarril, se propuso concebir un sistema alternativo para transportar el petróleo (inventó el primer oleoducto), hasta el directivo de la Western Union que rechazó al Sr Bell cuando le presentó la idea de desarrollar el teléfono.

Podríamos llegar a pensar que, cuando a una persona se le demuestra que algo que creía imposible, alguien lo ha hecho realizable, aprenderá de la experiencia y, la próxima vez, estará más abierta a admitir que, el hecho de que uno no pueda imaginar cómo resolver algo, no quiere decir que no pueda resolverse. Es más, a partir de la enseñanza de la historia, deberíamos pensarlo ya a estas alturas.

Supongamos que cogemos a un grupo elegido de personas que, a su capacidad profesional, añaden la capacidad de admitir desafíos, sin prejuicios y sin miedo a no saber resolverlos. Supongamos que, además, se les aporta la colaboración de otros profesionales que, durante años, se han dedicado, precisamente, a admitir y resolver ese tipo de situaciones. Y supongamos, sólo por suponer, que contactamos con empresas y entidades, que en estos tiempos de zozobra estén en situación y necesidad de plantear desafíos para, en caso de resolverse, utilizar las propuestas para salir mejor adelante.

Pues bien, ¡manos a la obra! Y no es un supuesto. Ese grupo de personas existe y se ha organizado. La iniciativa se denomina Laboratorio de Innovación Abierta, ó “iLab”, y con el decidido apoyo y esfuerzo por parte del Colegio de Empresistas de Cantabria y con la firme colaboración de la Universidad de Cantabria, a través del decanato de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, pone a disposición de PYMES y otras entidades todo el potencial creativo, de análisis y de generación de innovación de varios grupos de trabajo especializados, dispuestos a asumir desafíos, y también compromisos.

No se trata de alumbrar ideas, más o menos viables, con aplicaciones más o menos prácticas, potencialmente aprovechables por empresas o entidades, más o menos, de un perfil o características determinadas.

El Laboratorio de Innovación Abierta es una iniciativa seria, con objetivos serios, con muy serias y altas capacidades de generar innovación, aplicable directamente a empresas y entidades concretas que deseen colaborar en el proyecto, y que me llena de satisfacción poder dirigir.

Desde el iLab nos dirigimos a organizaciones, y asumimos el compromiso de analizar su situación y necesidades, para aportar a continuación, en un plazo convenido, una o varias propuestas innovadoras  que puedan ser aprovechadas por dichas organizaciones en su propio beneficio. Así de claro y directo, así de desafiante, y así de apasionante.

Algunas personas con las que comentamos el proyecto nos dijeron que… no era posible. Que no se podía asumir el compromiso de aportar una idea innovadora viable para una empresa o entidad concreta, y menos en un plazo también concreto.

El Sr Gafni ya pasea por Israel pedaleando en su imposible bicicleta, y nosotros ya trabajamos en el iLab concibiendo ideas y propuestas, unas sencillas, otras complejas, unas patentables, otras no, pero todas aplicables y realizables. Todo un desafío, hecho realidad.

Cuanto Thomas Edison luchaba por crear la primera bombilla eléctrica, que abriría las puertas de la noche a la humanidad, recibía casi a diario opiniones de gentes que le decían que no estaba siendo realista en su empeño. Entonces él dejó una frase para la historia: “Quienes afirman que es imposible, al menos no debieran molestar a quienes lo estamos haciendo”.

Por Federico Moratinos

Dtor Centro de Innovación y Diseño del Campus Rural

Responsable del proyecto Laboratorio de Innovación Abierta

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