Durante siglos, los hombres, los ejércitos, se enfrentaron y lucharon usando hachas. Luego con espadas, una especie de hacha estilizada que se empuñaba de otra forma. Luego con lanzas, una punta de espada con el mango alargado de un hacha.
Tras miles y miles de batallas, alguien concibió un nuevo arma: estaba hueca, se le ponía una bola de plomo dentro y, haciendo explotar una carga de pólvora, salía disparada hacia el enemigo. Podemos imaginar lo que todo el mundo dijo entonces de semejante planteamiento. Y, podemos imaginar lo que le sucedería a un ejército que se enfrentara con lanzas y espadas a otro con fusiles?
Respecto a lo último, el desastre y la matanza resultan sencillos de concebir. Las nuevas ideas llegan despacio. Problemas siempre sobran.
Hoy en día, los ejércitos tienen que prever la logística de las municiones. Eso todavía no se ha solucionado. Pero… alguien se imagina hoy en día a un general mandando a sus soldados con hachas y espadas, por miedo a quedarse sin balas?
A medida que innovan, nuestros “enemigos” se dotan de nuevo armamento en el mercado. Uno puede buscar nuevas alternativas – innovadoras- o confiar en sus armas actuales, o en su destreza para usarlas.